POLIMENILANDIA


Ante todo, bienvenidos, todas y todos.


Este es un jardín de buenos momentos, un archivo tal vez arbitrario del trabajo diario en los medios de comunicación.


No está todo: apenas piezas --notas, conversaciones, entrevistas, programas--- del rompecabezas que se va armando en el día a día.


Que lo disfruten.













viernes, 7 de diciembre de 2012

Persona non grata



Persona non grata






El consulado de los Estados Unidos en Buenos Aires le negó a la cantante Liliana Herrero el permiso necesario para que actuara en Nueva York, participando de la presentación de algunos de los temas que el músico de jazz Guillermo Klein incluyó en un disco de homenaje al genial autor y compositor Gustavo Cuchi Leguizamón. La entrerriana, considerada por Mercedes S.osa como la máxima figura del canto de raíz folklórica, había sido invitada por Klein a participar en dos o tres momentos del espectáculo que, durante una semana, presentó en el mítico Village Vanguard, y que luego repitió en el IFT de Capital Federal. Aceptó viajar, costeándose el pasaje de su propio bolsillo y sin que hubiese dinero para pagarle por su participación, por una combinación de sus ganas de conocer aquella ciudad con el encanto que le producía cantar en una sala por donde pasaron, entre otros, John Coltrane y Billie Holiday. No sabía que la esperaba “un interrogatorio infernal” en la representación local del gobierno del país que se piensa a sí mismo como el más poderoso del mundo.
Una vez que pudo ordenar los hechos, escribió la historia –le puso como título “Detrás de un vidrio duro”– para que nadie tuviese que traducir sus vivencias ni hubiese desmesuras en el relato. Se dispuso a hacer público lo que consideraba más una estupidez que una afrenta, aunque fueron ambas cosas. Después, un poco se le pasó, atareada en eso de vivir. Cantó al Cuchi, como lo hace desde siempre, con el alma, el corazón, la garganta y el cerebro, y la gente, en Buenos Aires, como siempre, la aplaudió de pie. El texto que escribió decía:
“Concurrí al Consulado para resolver, con tiempos mínimos, problemas en el pasaporte que percibí a último momento. Llevé las notas de prensa que daban cuenta de mi participación en el concierto, justificando la urgencia del trámite. El diálogo cortante que escuché del otro lado del vidrio fue increíble y entristecedor. No sólo para mí. Percibí de repente cómo se ejercen ciertos lenguajes y cómo están las cosas en el mundo. No es que no supiera las dificultades, las formas pesadas y grises de la historia contemporánea que a todos nos afligen. Pero, desencadenadas de repente en un trámite consular, me parece que pasan más allá de la tenue línea que separa la convivencia –aun en tiempos difíciles– de la arbitrariedad. Fui acusada por esa funcionaria consular de “desconocer las leyes norteamericanas”, de “actuar de mala fe ante la Embajada”, de “ser una profesional que iba a trabajar”, que debido a eso “no podría solicitar otra visa ahora hasta dentro de un año” –suprema penalidad de un dios secreto que rige nuestras vidas en cualquier oficina consular–, en fin, de estafar al pueblo norteamericano.
No conozco los Estados Unidos pero sé de la complejidad de su cultura, su música y su literatura. Cantar algunas noches de invitada en el mismo lugar donde había tocado John Coltrane –para citar sólo uno de los grandes músicos que han pasado por ese lugar– forma parte de comprensibles mitologías personales. Pero, para una señora que dictaminaba e interrogaba al igual que viejos funcionarios coloniales frente a nativos iletrados a los que percibía como aprovechadores, se convirtió en una afrenta personal grave, absurda, torpemente arrogante. En efecto, no conocía la minucia de las leyes norteamericanas al respecto, pero después supe que había visas especiales para casos como éste, caso totalmente claro y que explicité desde el comienzo. Reconozco mi ingenuidad y mi idea equivocada sobre este tipo de viajes, que hice a otros países sólo con los normales trámites del caso, a pesar de que el mundo da pruebas a cada paso de la trágica dificultad de las fronteras. Acepto que había leyes norteamericanas que no conocía. Lo que no acepto es recibir en una sede diplomática extranjera un trato con ciertos resabios de instituto disciplinario, si no de penitenciaría.
Los Estados Unidos son un país complejo, donde tenemos muchos amigos, un país cuyas tensiones culturales seguimos con interés y cuya historia contemporánea tiene los aspectos que tantas veces se han discutido. Los músicos argentinos inspiramos muchas de nuestras experiencias en los grandes ejemplos de la música norteamericana, y eso tenía en la cabeza cuando me presenté a la oficina en la que atienden detrás de un duro vidrio, como peligrosísima cantante argentina. La atención mediada por ese vidrio por supuesto es individual, por eso resulta engañosa la entrevista realizada hace unos pocos días en el diario La Nación a esta alta funcionaria consular acompañada por una foto donde dos chicos rubios y sonrientes se presentan ante ese vidrio, pues allí nadie es atendido más que en forma estrictamente individual y sin ninguna sonrisa. Admito ingenuidades, no admito que se me juzgue como “de mala fe”.
Una alta empleada consular creyó evitar así una alteración de las leyes de su país; lo hizo ensayando las peores formas de la humillación en el trato, que nos recuerda todo lo que no queremos para un país, para ningún país.
Señora consulesa, usted ha protegido a su país de una peligrosísima cantante argentina, un poco ingenua, que en un par de noches iba a dialogar y a cantar en un santuario laico de pasiones musicales compartidas, con músicos norteamericanos y argentinos estimables que, afortunadamente, cuando vienen a la Argentina no sufren las mismas humillaciones que usted ejerció desde atrás de un vidrio duro.”

Los lectores de Miradas al Sur, que no necesitan que se saquen conclusiones por ellos, completarán la historia con su propia evaluación.
Para los funcionarios que no funcionan bien, pero cobran salarios dignos por vivir al fin del mundo, algunas acotaciones:
1) El señor Gustavo Leguizamón, de cuya muerte acaban de cumplirse diez años, fue uno de los músicos populares más importantes de la historia del sur de América. Es uno de los responsables de joyas como “La pomeña”, “Balderrama”, “Maturana” y “Zamba de Lozano”
2) El señor Guillermo Klein, que reside en Europa, es un pianista repleto de admiradores entre los propios pianistas y grabó en su homenaje un disco excelente, incluso según The New York Times y Rolling Stone, llamado “Domador de sueños”.
3) La señora Liliana Herrero es una cantante de un prestigio enorme en la Argentina e incluso en países bastante exigentes en materia de arte popular, como Japón y China, Francia y España.
4) Ninguno de los mencionados atentó ni se proponía atentar, en apariencia, contra las reglas de la civilización occidental y cristiana, salvo las de los sordos de oído y alma.
5) Nadie sabe aún qué es peor, si un perverso o un idiota.

No hay comentarios:

Publicar un comentario